Mi formación en la Universidad Argentina abarcó una gama diversa de disciplinas, incluyendo las Artes Visuales, el Diseño Multimedia y la Gestión Cultural y Comunicación. Esta amalgama de estudios me proporcionó las herramientas necesarias para explorar mi creatividad en múltiples dimensiones y perspectivas.
Sin embargo, mi verdadera educación comenzó en el hogar, donde mi madre psicóloga, cultivó mi libertad y expresión, rodeándome de estímulos y espacios para crear. Mi habitación era un santuario de inspiración, adornada con cuadros como el “Jardín de las Delicias” y esculturas como “El David”, mientras que las melodías de mi padre, llenaban el aire con belleza. Mi hermana, una escritora dedicada, me enseñó la importancia de perseguir nuestras pasiones con disciplina y amor.y si bien todo ese escenario fue devastado y la ausencia tomó su lugar, he aprendido que la resiliencia es una herramientas poderosas que transforma nuestro camino, convirtiéndo desafíos en oportunidades.
Desde mis primeros pasos en el mundo del arte, he trabajado en la investigación y conservación del patrimonio nacional, creando esculturas y monumentos emplazados en diversos puntos geograficos de Argentina que reflejan la riqueza cultural de mi país.Estas experiencias sentaron las bases para mi posterior incursión en la enseñanza del arte en la universidad como en mi propio atelier, donde además de crear mis obras, imparto clases y talleres.
Pero mi pasión va más allá del atelier; durante años he emprendido residencias, proyectos sociales y colaborativos, buscando convertir el arte en un puente hacia la comunicación y la integridad social. Mi obra, moldeada por una gran variedad de disciplinas, busca trascender fronteras, integrando arte, comunicación y gestión en proyectos y exposiciones colectivos e individuales.
Además, mi trabajo incluye encargos personalizados, donde busco capturar la estética y la expresión única de cada individuo y espacio. En cada obra, mi objetivo es trascender fronteras y conectar con el espectador a un nivel profundo y significativo.
Por eso cada trazo de nuestro pincel es un recordatorio de la infinita capacidad del espíritu humano para reinventarse a sí mismo. En el lienzo de la vida, somos artistas de nuestra propia existencia.